Inicio esta vez con una respuesta al título, que de una u otra forma desafiaba lo que sería esta primera línea o estas palabras iniciales: Heme aquí siguiendo con la satisfacción ante la solvencia demostrada ante el reto al tiempo.
Me permito no prestar atención a un recorrido que ya me conozco y en el que por lo general arribo a lugares donde se perpetúa lo que un sistema parece haberme insistido en presentar como el camino debido. Aún voy hacia mi empleo. Lo percibo con agrado -esta mañana le confesaba a mi amada que tal vez me he dejado condicionar más fácil- y en cierta absurda forma, laboro en un asunto que me apasiona.
Siempre hay detalles. Quizá el ejercicio que me he planteado es no detenerme en ellos con demasiada atención, para no constatar un sobre interpretado porqué de mi estado de cosas.
Si acaso, estoy hablando en cierto código biopolítico y ético neo liberal, ¡claro está! Yo soy, en parte, eso. No he conocido otra forma o mejor dicho, no he vivido otra cosa que no suponga dicho sistema económico. Es apenas obvio que quisiera tener nada más que tiempo para dedicarme a obtener un honoris causa en ociología. Quisiera elevar eso del ocio hacia una categoría digna de todo tipo de análisis, no de tributo, como bien parece suceder en estos tiempos.
Voy por el semáforo de la 73 con Pichincha y nos disponemos a bordear el complejo deportivo de esta ciudad. Pasan unos minutos y por eso de no-saber-pensar-para-escribir-bien, por apenas estar dominando el arte, ya vamos por la Av. Colombia (al frente del D’Lusso) y no supe adornar con palabras los logros deportivos de esta ciudad o al menos sobre eso quise escribir. ¿Casualidades? No creo mucho en ellas. Si estoy haciéndole figura a un hotel muy usado para fines coito-genitales es precisamente porque lugares como ese han marcado un momento en la vida donde el objetivo era confirmar que sí agradaba físicamente al sexo opuesto y para ello me lancé más que voluntariamente al conjuro que supone la noche, para así entender tal vez algo sobre la lógica bidireccional del coqueteo y el acceso carnal. Por esto es que descuidé todo lo que pudiera haberme significado una carrera en el campo deportivo. Las decisiones, en efecto, hacen la vida más difícil ya que no podemos librarnos de ellas.
No digo que el bus en el que estoy escribiendo esto sea una señal de la última frase/sentencia (sentence), pero algo dice y sobre eso libero esta batería de significantes a la que no debe ser tan difícil atribuirle significado. ¿De qué se alimenta la inspiración? Al fin y al cabo es un movimiento que supone la entrada de algo que parece estar ya dentro de sí, es decir, lo que se introduce en el proceso creativo -para su ulterior y anhelado producto- es la re-significación o descripción de las memorias y/o huellas mnémicas de una vida que en cualquier momento se empezó a sentir.
Ese sonido
De un tiempo para acá he venido deseando que el único sonido horrible
sea el de una sirena de ambulancia.
Que su fastidioso y horrendo sonar
solo despierte la ya sabida verdad
de la única y anhelada llegada de la muerte:
la natural.
Que sea el himno del cantar de Thanatos,
quien a la larga cedió en su voluntad de facilitar la tarea por vías violentas,
concediéndole la razón a su eterno compañero Eros
de que puede haber más fuerza en las palabras
y no en las vías de hecho.
Aún suenan y no sé qué suponen:
una mala noticia esperada
o lo espantoso de una sorpresa
con tintes de ausencia prolongada.
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