martes, 6 de noviembre de 2018

Al D.T que es Nadie

El siguiente es un ejercicio que hice el sábado, 3 de noviembre del año en curso. Involucra aquello que Jorge Valdano define como la cosa más importante, de las cosas menos importantes: el fútbol.

Empata el Friburgo al Bayern en el minuto 88. Así termina el partido. Un doloroso 1:1 para Kovac, DT del equipo de Münich, de ascendencia bosnioherzegovina, nacido en la Alemania del lado capitalista del muro y aún así, croata. Al fútbol lo veo como un escenario invadido de historias con Historia. Justo en este preciso instante, Niko Kovac debe estar tramitando alguna emoción como cualquier simple mortal lo ha hecho; asumo.

Uno más que entra a ese juego que me planteo en mis soliloquios mentales. Otro ex jugador que deviene DT no inicia del todo bien en su oportunidad de dirigir un camerino de equipo grande de Europa. Seguramente se emiten juicios en una junta directiva compuesta por ex jugadores y personas adineradas que representan los intereses de Adidas AG, Audi AG y Allianz SE. Todo esto bajo la no tan fantasiosa rigurosidad alemana. Ya sé... No cualquiera puede con esa presión; el adagio hecho sintagma --o viceversa-- es la antítesis a la posición que sostengo en mis vericuetos mentales. Yo me atrevo a decir que cualquiera podría con esa presión y no precisamente debe ser alguien que haya estado en un camerino de esos, como jugador profesional. Hago la siguiente salvedad: Sí creo que es imprescindible que ese alguien sea un amante del fútbol y hasta me atrevería a decir, se le podrían exigir tres condiciones más: 1) que alguna vez haya pateado un balón y ame, por lo tanto, jugar al fútbol; 2) que siga a algún equipo por efecto emocional de una historia de vida y 3) que haya acompañado a ese equipo en el Estadio, como mínimo, durante cuatro temporadas.

No obstante, la tendencia mundial es la de creer que para ser jugador profesional, se tiene que ser talentoso, aún cuando sobran ejemplos que contrarían esa creencia. Que para ser DT, se tendría que haber sido jugador profesional y talentoso, cuando también sobran ejemplos de humanos endiosados que nada superlativo han logrado en la línea punteada que se dibuja al lado del rectángulo más popular del globo. Diría que para ambas carreras, los ya tan naturalizados privilegios están al orden del día, los cuales se ven fortalecidos por el contexto social, cultural y político que sirvan de marco para el fenómeno del fútbol.

Hoy, los equipos considerados como grandes de Europa, y algunos casos en Sur América, se cree que solo los pueden dirigir ex jugadores destacados (tipo Zidane o Gallardo), pero parece obviarse los logros de directores técnicos como Jürgen Klopp. ¿Un ex delantero/defensa central destacado en su paso por la Bundesliga? Según las estadísticas, el promedio de gol de Klopp fue de 0,15 goles en 340 partidos como profesional. No es muy alto para un delantero/defensa central (!). Tampoco defendió la camiseta de la selección alemana. No obstante, el Liverpool  ha resurgido con un plantel sin súper estrellas con alto impacto en el comercio exageradamente neo-liberal del fútbol. Que ha valorizado a sus jugadores no se cuestiona, si queremos hablar esa jerga empresarial. No creo que Salah hubiera obtenido tantos votos nulos en las más recientes elecciones egipicias, si no hubiese caído en este Liverpool. ¡Listo! Perdió contra Zidane y no culpemos a Karius (¿lo recuerdan?). Pero, ¿se discute que es un gran DT sin ser un ex jugador legendario? No lo pondría en duda.

Valoro más al hombre o mujer que ha hecho una apuesta seria, responsable y advertida del (in)mundillo hacia el cual se abalanza conscientemente. Se me hacen más heroicas ese tipo de historias y creo que faltan más relatos sobre directores técnicos que no fueron jugadores profesionales, pero destacan en su formación como DT, para lograr que varias personas encuentren cómo, entre todos, se pueden lograr objetivos sublimes, que abren posibilidades hacia la eternidad. Puede ser que alguien así convoque más.

La siguiente escena se me presenta como un delirio:

El que "no ha ganado nada", "se gana" a esos semidioses que creen han ganado todo. Se "los gana" con palabras que invitan a cerrar los ojos y recordar lo más vívidamente posible todas esas copas en las que participaron, las cuales "nadie valoraba", y que ganadas o no, ahí están donde están: ganándose la vida jugando.

¡Viva el fútbol!


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