¡Aprecio mi locura!
Estas notas hablan de ella.
No sé decir si la amo
ya que no sé si a ella me dedique.
El miedo inunda mi visión
y eres tú, escritura,
aquella acción difusa
en un horizonte
que llamo porvenir.
Esto que escribo son mis palabras a través de un personaje que no soy capaz de nombrar... quizá de inventar. Sé que para dar lugar a una buena narrativa debo fusionar algo imaginario con la realidad que me rodea. ¡Dejemos de filosofar! Se entiende claramente a qué realidad me refiero. No se entienda la aclaración como pura frivolidad, pues discusiones y conversaciones del tipo "filosóficas" me deleitan enormemente, pero a ningún buen puerto me han acercado –acaso por fugaces momentos en la corriente del río Tempo.
Pero sin desviarme del asunto, es aquél personaje el que escribe o al que escriben. Esa es la trama que siempre trato de plasmar, pues no soy quien escribe, es el personaje el que desea hablar a través de mi supuesta capacidad para escribir. Tal vez sea yo siempre el (anti)héroe de esta epopeya, pero siempre con afán de darle nombre a una historia a través de un personaje, pues toda historia es Historia cuando el personaje es bien definido y su vida cobra un sentido dentro de la trama.
¡Qué curioso! Es en este preciso instante que me urge plantear mi ridiculum vitae como mecanismo de presentación para este yo que sigue encubriéndose en palabrerías.
Quede dicho y consignado,
que cualquier desdichado que de ahora en adelante miente,
no es más que una faceta de los enredos de mi mente.
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