martes, 7 de agosto de 2018

Ejercicios de ilación

El título fue algo rápido. [Esto no es un diario]. Todo esto trata de ser del orden del ensayo. No sé qué resulta siendo. 

Así de poco riguroso soy. Todo parece, en efecto, una fachada. Todavía digo que parece; aún me queda el descaro. ¿Han pensado en esa palabra? Descaro. No sé, me parece graciosa. 

Hasta acá, ni un atisbo de sonrisa, pues no soy el mejor en cuanto a humor se trata en lo escrito. Ese tipo de cosas me digo y aún así todos los días me interesa hacer sentir bien a las personas. [A veces hay que recordarse a sí mismo que esto no es un diario]. 

Lo anterior fue una irrupción. Podrá disculparse si a veces soy cansón con aventurar ciertos ejercicios, pero es la música la causante. Curiosamente no es rap; es la música de la capoeira. Sí, la que da lugar a la jinga. En un lugar donde trabajé hay varios practicantes de esta disciplina y eso que me quedo corto con dicho adjetivo. Soy un tipo que se deja enrollar fácil con compases repetitivos, podría decirse que “simples”, con sonidos rústicos pero de una calidad para mover fibras que aún trato de explicar; la sensación hace su trayecto. Hoy me quiero acercar un poco más al asunto de este párrafo, porqué no arriesgar que se puede jogar en la escritura... jinga... jinga...

Ya he dicho que hablar es un deleite. Interactuar con las personas --siempre tan complejo-- no deja de ser un maravilloso escenario para aprender cosas del mundo. Sí, arriesgo la expresión con todo lo que puede significar desde la filosofía hablar de la, una o simplemente: COSA. 

Pero hagan un rastreo en Baudelaire, cuando en alguna parte de su obra habla del “hombre de mundo”. Si lo hacen, les aseguro que sentirán cierta identificación. La potencia de ser genios está en todos. Hawkings no mentía en un programa de divulgación científica que pasaban por la televisión por cable, en el cual plantean que cualquier persona tiene la capacidad innata de ser un genio. Hay una interesante convergencia con la descripción y/o dedicatoria que hace Baudelaire sobre un tal Sr. G., con el argumento central del programa inspirado en el pensamiento del gran astrofísico británico.

Yo qué sé, trato de conectar cosas. 

Las banalidades ausentes de academicismo bien pueden valer la pena que se tengan en cuenta para esto de aventurar una escritura. Pero siento que andamos en tiempos de estructuras y procesos estandarizados --que tanto pregona cierto progresismo tecnocrático

*

No sé si dan los tiempos 
Si caen las rimas en el momento. 
Dejen que este pobre pendejo deje salir 
Lo que en verdad es un lamento.
Nada de fachadas. 
Cada vez más abierto. 
Si seguimos, la analogía sería 
Que nos iremos hundiendo
A las profundidades. 
Tal vez un poco lento. 
Que no se diga que morí 
De remordimiento 
Por no haber arriesgado 
Al menos un intento. 

[Listo... ya, ya, ¡ya!

No es un diario].

Aprender. Nunca perder la curiosidad por este mundo. Bien puede decirse que es una mierda. Eso es interesante decirlo. Todo termina reduciéndose a un asunto casi que lírico. Ver quién puede decir más sobre muchas cosas. De eso hay que cuidarse. No toda forma de comunicarse con el otro debe ser sostenida desde el escenario del debate. No obstante, es fino delimitar ese punto de saberse o no envuelto en un contexto donde el debate bien pueda tener algún sentido. No sé, para mí aún es complejo delimitar eso en ciertos instantes de la vida diaria, común y silvestre. En todo caso, escuchar al otro, oírlo, mantener curiosidad por lo que dice y acumular información (usemos esa palabra) es de verdad un aprendizaje que trato de elevar, como acto, en un arte. 

Existe la terapia psicológica, ¡obvio! Pero aún es sorprendente observar cómo el ser humano, en su desbordante complejidad, demuestra cierta disposición a buscar aquello que le haga eco de forma entonada con esa fachada que alguien osó en nombrar como el “yo”. Esto no es más que un sablazo  a ciertos dispositivos que dicen de sí mismos (!) que ayudan (!!) a calmar (!!!) los malestares que habitan (!!!!) en el ser. No habría porqué calmarlos. Bueno, tranquilizarlos bien puede ser una tarea importante, pero siempre y cuando ese “calmar” no contenga tras de sí un “¿por qué no te callas?”; así altanero a lo rey, imponente como buen amo.

Le apuesto decididamente a dejar hablar y saber hablar. O bien puedo decir, saber escuchar y dejar para hablar.

** 

Va bajando el vuelo, 
El ambiente generado por ciertos hilos grisáceos y curvados 
Ya se ha disipado. 
Es tiempo de parar. 

Está temprano. 
Bacano poderme ir a soñar 
Así a esto un diario no quiera llamar, 
Me invade la necesidad 
De tener algo para recordar. 
Sin memoria no quisiera yo terminar 
De ahí que todo lo que escucho
Quiera sistematizar
De una forma adecuada
Permitiéndome arriesgar
Palabras sueltas, pero conectadas.
Toda una batería de significantes por significar.


Amo a mi abuela: a Colombia me ayudó a acostumbrar.

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