jueves, 23 de agosto de 2018

No sé si voy en la mitad

Quizá sea un mal título, lo sé.
De estas palabras no me escapo
Con ellas surco paisajes ya descritos
en descripciones de otros
Que desde siempre lo han hecho mejor que todos.
¿Cuántos caben en ese todos?
Al menos nos arriesgamos.

Sentado estaba oyendo a otros leernos sus poemas, sus palabras, sus locuras, sus preguntas, sus respuestas y sus ideas. Me preguntaba sobre cómo oigo las cosas. También se me atravesaba en la mente (en lo que me atrevo a llamar así) que apenas ahora es que le encuentro algo de sentido a eso de la poesía. No me creo poeta, pero porqué no intentarlo, al menos en términos de escribir. Lo sé... no soy poeta. Pero tengo mucho para decir.

Estas palabras -las que sé y las que desconozco- transitan por mis días y atraviesan mis pensamientos. Esto bien puede ser llamado un síntoma de locura, un brote psicótico. Bien puede serlo y aún así, hay un sentido.

Ya leo otras cosas. Ya siento que leo. Algunos dirán que “apenas es” la época en la vida; que es la edad para considerar eso. La verdad, no sé. Pero ahí vamos.

Si bien no ha menguado el impulso productivo que enferma y angustia, cada vez logro pensar un poco más sobre mí y mis intereses... Quizás mis necesidades. De hecho, he sentido cierta facilidad para desenvolverme en el mundo. Cuando se empiezan a aceptar gustos minúsculos, pero que uno siente que le tranquilizan, es cuando parece ser que la libertad se asoma. No necesito de una desconexión total de las leyes y las lógicas que rigen este sistema de cosas que inundan la vida. Solo necesito considerar todo y reducirlo a una nada que siempre resultará de nuestras ínfimas acciones en este universo tan incierto en posibilidades y probabilidades. 

Yo he asumido cierto indeterminismo voluntarioso. Nada está asegurado, pero algo debo hacer. El justo equilibrio podría decirse. Me doy el gusto de escribirme para animarme a escribir. Puede ser eso una forma de mimarse. Yo mismo debo persistir en esta ejercitación de la escritura, con el fiel compromiso de revisarme y dejar que sea revisado por otras personas más valientes --y versadas-- en trasegar el indeterminado camino de las letras, las palabras, la experticia en crear imágenes mentales y cierta perentoriedad por comunicarse. Bien puede ser que en la escritura uno dé cuenta de su interlocución diaria con otras personas. Pero quisiera insistir en que escribir es un ejercicio que debe pasar por uno primero, sin negar la oportunidad de que otros, quien sea, conozca en qué anda uno. 

[Hay mucho de estrategia pro salud mental en esto, lo sé. Cinco años de estudio (y otros actos que no considerarían positivos) en la facultad de psicología, hacen lo propio].

Hoy ha sido un día comprensivo
Me decido cada vez más a crear oportunidades 
Volver a ver al niño sorprendido
Cuando leyó correctamente uno de los romances
Y entendió (sobre) qué le hablaban
Que se maravillaba de su propia capacidad
Para empezar a cabalgar 
Sobre el idioma que dirigía a Rocinante
Y deliraba con gigantes.


No fue mi primer idioma el español. Creo que he podido ser claro en algún texto anterior. 

Todo se calma. Ya las palabras no brotan igual. Debe ser que admito mi banalidad. Puede ser que vaya en la mitad. Yo sé que esto termina al punto final.

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